No. 06 | Febrero, 2023
El largo camino.
Mi primer intento de meditar fue algo cómico. Estaba en un retiro con centenas de personas; todos tenían el “estilo” de meditadores, y yo me sentía como pez fuera del agua. Pero me cuestionaba: ¿Cuán difícil podría ser sentarse, y seguir la guía del monje frente a nosotros?
La respuesta que escuchaba en mi mente era siempre: “es fácil, tu puedes”; así que, en el intento de parecerme como ellos, busqué, de todas las formas, encontrar la mejor posición para sentarme; y esa fue la primera señal, de que tenía muchos retos por delante. Una vez que logré una postura confortable, seguí a la perfección todo lo que decía el maestro: "ahora inspiren, expiren, dejen que la mente se vacié, solo pongan atención a mi voz y nada más", etc.
Fue en este preciso momento, con la última frase, que todo parecía un esfuerzo perdido. Con el silencio que había en la sala, yo podía escuchar desde el ruido de una aguja cayendo al piso, hasta la respiración de los presentes. Todo, absolutamente todo, me distraía. Llegué al punto de decir a unas personas, a mi alrededor, si podrían respirar “más silenciosamente” (a lo cual solo recibí una mirada amorosa, como respuesta… probablemente la misma que hacen a todos los principiantes).
Al siguiente día, me molestaba que no podía hacer apuntes de lo que decía el monje … en mi mente racional, era necesario tener algo para recordar de aquel momento. En la tercera jornada, me indignaba que tuviéramos que sentarnos en un piso tan frío; sentía que era imposible quedar en la misma posición por más de 10 minutos.
Era un retiro de cinco días, y fue al cuarto que empecé a sentir algo diferente. Por alguna razón, las cosas dejaron de incomodarme. Nada había cambiado externamente, pero yo tenía una sensación de que todo lo anterior había perdido importancia. Al final del retiro, yo no quería dejar aquel espacio por nada del mundo.
Pero … tuve que regresar.
Fue un regresó difícil; después de tanta paz, me veía en medio de mi vida normal, llena de responsabilidades e insumo mental constante; me hacía falta el grupo de meditadores, para inspirarme a seguir en el camino, y sentía “culpa” al dedicar horas para sentarme y hacer nada; y poco a poco, fui dejando la práctica.
Sin embargo, en mis momentos de mayor estrés, me preguntaba: ¿Qué ocurrió en aquel retiro, que no logro replicar acá? ¿Cómo accionar aquella calma interna? y claro, fui directo a los libros. Compré mucha literatura sobre meditación, y asistí a muchos videos como este, y este, y este … debía haber alguna clave mental para ser accionada.
Cuando percibí que, a pesar de estar quedando más culta, no lograba el cambió que quería, resolví participar de otra experiencia espiritual; pensaba que tal vez, lo que me faltaba eran personas alrededor.
Ese era un retiro distinto, con muchas dinámicas; una de estas era sentarse a meditar, de forma callada, por breves momentos. Por alguna razón, por estar entre actividades estimulantes y periodos de silencio, la charla mental parecía avivarse.
En mi intento de “callar las voces internas”, sentía que perdía la batalla una y otra vez; parecía que mi mente tenía conversaciones, sin mi participación. Al final del retiro, salí con una decisión clave: dominar mi mente.
Al volver, intenté algo nuevo: el journaling; práctica que me ayudó tanto, que nunca más la dejé. Simplemente, darte permiso de aterrizar en el papel lo que está en tu subconsciente, de inmediato te genera tranquilidad; además de que añade mucho autoconocimiento. Confieso que fue un shortcut que me funcionó, pero nada parecido a lo que había sentido en la meditación.
“He who knows himself is enlightened” - Lao Tsu
Se pasaron unos dos años y, entre nuevos retiros, compra de sillas adecuadas, y adquisición de otros recursos “para estar más espiritual” … aún mi práctica era inconstante.
Empecé entonces a hacer uso de apps y meditaciones guiadas, tales como Headspace, Calm, 21 días de Deepak Chopra, y eso abrió mi camino hacia una mente más tranquila.
Todo me funcionó; esos pequeños momentos - saliendo de mi mundo -, y permitiendo que la mente absorbiera algo más, me ayudaban.
Pero luego me percaté que lo que estaba haciendo era dar más información a mi mente… tan solo escuchar la guía en las apps (acerca lo que yo debía ejecutar y la “lógica” del porqué hacerlo), activaba mi modo racional; y era eso, lo que precisamente yo NO quería.
Seguí buscando y, cerca de un año después… llegó a mi vida la Meditación Transcedental (TM - Transcendental Meditation).
Para ser honesta, ya estaba algo conformada con el hecho de que no podría relajar mi mente. Había intentado demasiadas cosas. Pero, por curiosidad, me puse a investigar sobre TM y, cuanto más aprendía de la técnica y sus efectos, más quería probarla.
La “promesa” era que, con tan solo 20min en la mañana y 20min en la tarde, podría obtener la calma que tanto buscaba, activar conexiones neuronales, inteligencia interna, despertar mi intuición y muchos otros atributos que solemos pasar por alto.
Procrastiné por cierto tiempo, hasta que un día me empezó a llegar información de todos lados acerca de TM. Entendí que era una señal para finalmente intentarlo y, que por esta ocasión no debería hacerlo sola.
La revelación.
Después de tantos intentos, todo lo que aspiraba era regresar a lo que había sentido en el primer retiro de la India; y más, hacerlo sin tener que abandonar “mi mundo material” e ir a vivir en las montañas, aislada.
Cuando tuve la oportunidad de encontrarme con mi gran maestra, Alejandra Sandoval, estaba algo escéptica; ella comentaba que debía pasar por un ritual de aprendizaje por algunos días, donde me explicaría la parte “más lógica” y daría las bases del TM. Además, asignaría una palabra (como un mantra) para mi uso personal, que sería para toda la vida; todo eso me haría “sentir” la meditación en la práctica.
Al fin de tres días, mi mente parecía estar más relajada. No había ninguna transformación inmediata pero, a cada momento que me sentaba a meditar, sentía que iba en mayor profundidad.
Mi intuición me indicaba que, por esta vez, no abandonara la práctica; y, guiándome por este impulso, transformé mi ambiente. Creé un espacio lindo en mi hogar, donde pudiera practicar; también me esforcé por aprender qué posición me dejaría confortable después de mucho tiempo sin moverme; buscaba hacer la meditación en momentos que no tuviera a nadie en casa, para estar en completo silencio. Sin embargo, con el tiempo, todo eso se convirtió en superfluo; empecé a practicar en el comedor, en el piso de la sala, en la cama de mi cuarto… y hasta lo hice en un día en el consultorio médico.
Tuve una gran revelación: cuando meditaba salía de las aguas tormentosas de mi mente, y pasaba a un espacio tranquilo, como cuando estás en un submarino o buceando a mucha profundidad. Todo parecía tranquilo y no se necesitaba cambiar nada afuera para llegar a ello.
Me enamoré de la práctica; no necesitaba música, guía, local especial o cualquier otro estímulo. Era sentarme y disfrutar; “adentrar” en mí misma.
Mi invitación.
Quisiera poder explicar todo lo que TM representa en mi vida. Ponerlo en palabras es difícil, pero se me ocurrió que podría hacer algo lindo para darte más información y ayudarte. Es por ello, que he realizado una grabación con la maestra Alejandra, y así facilitarte detalles de lo que pasa en tu mente cuando haces la práctica, la diferencia entre los distintos tipos de meditación y, en especial, qué pasará contigo después de un tiempo.
Hablamos de “las voces internas”, y el por qué no deberías intentar callarlas; y profundizamos en temas como plasticidad, consciencia pura, intuición y cómo tú también puedes probar TM.
Obviamente, todo lo que escucharás, será a partir de mi propia experiencia. Como ya mencioné, todo tipo de meditación tiene su beneficio; por lo que es mi deseo que comprendas la diferencia entre ellas.
Espero disfrutes de los nuevos conocimientos y me compartas tu opinión, para saber qué dudas tienes o si te gusta el tema.
¡Es maravilloso perderse para reencontrarse!
Quédate atento(a) a nuestro próximo número; viene súper especial.
“Meditation is the practice of looking for the self, only to find that there is no self to be found”